Les voy a contar como fue que me hice sextwittero.
Una mañana de amanecida después de una noche de peda, estábamos en la azotea de un depa en Neza.
Entre el amanecer en el barrio, las chelas, unas líneas y el desmadre; le dije a mi novio de ese entonces que me grabara mientras hacía pipí en la azotea con la verga parada por diversión nomás. Esa mañana grabamos otros cuatro videos distintos que aún siguen inéditos.
El día siguiente me animó a subirlo a twitter.
Era la primera vez que lo hacía, y obviamente tenía inseguridades por todo lo que uno puede pensar antes de exhibirse orinando con la cara de amanecido frente a millones de personas, que lo único que esperan es encontrar un defecto para señalarlo, pero E. me animó a hacerlo (gracias por eso).
Después de un día de haber subido el video, pasé de tener 500 seguidores a 1,500. Los comentarios comenzaron a llegar, los retweets, los pedidos y los mensajes directos. Una semana después, mi cuenta ya había alcanzado los 15,000 seguidores. Mi video ya tenía más vistas de los que yo imaginaba que iba a tener. A la gente le estaba gustando. Y a mi me hizo sentir bien y en deuda.
Si ya había subido un video mostrando la verga a intenet no había marcha atrás; lo sabía desde el principio. Lo que se sube, permanece ahí para siempre. Y yo me sentía con la obligación de continuar haciéndolo más y mejor.
Hoy, a casi siete meses de comenzar con esta aventura y con 35 mil followers, he decidido escribir este blog para contarles lo que me ha enseñado. Porque cuando uno mira todo con curiosidad, es imposible no aprender cosas.
Lo primero es que los likes generan dopamina, te hacen sentir bien. Ayudaron a sentirme mejor con mi cuerpo, porque entendí que lo que no es perfecto, brilla si se sabe aprovechar. Y este cuerpo jamás tendrá esta edad de nuevo, si lo muestro hoy es porque como todo, se va a terminar tarde o temprano.
Conforme creció la popularidad, era imposible que no llegara a manos de gente que conozco. Compañeros de la escuela, amigos, familia, conocidos de la vida real. Me comenzaron a preguntar cosas como “¿no te da vergüenza?”, ¿y si te arrepientes después?”, “si quieres tener un novio después, ¿cómo le vas a hacer?”
Preguntas que yo ya me había hecho antes, porque, aunque parezca que no lo hago; me la paso reflexionando, preguntas que no me puedo parar a responder cada vez que las hacen, y que además sus respuestas me parecen redundantes. No tengo vergüenza de mi cuerpo, no sé si me arrepienta después y si alguien descubre mi pasado, es parte de lo que soy; de lo que me ha construido como persona y además, seguro no saldría con un mojigato.
Otra cosa interesante es ver cómo la gente cambia contigo cuando piensa que sabe algo más sobre ti que los demás. Las personas que me seguían en Instagram o en Facebook, o que me conocían; comenzaron a mandarme mensajes directos del tipo “ya te vi heee”, “oye no sabía que…” algunos hasta amenazaron con compartirlo, y yo lo único que me preguntaba era por qué tenía que avergonzarme de algo que yo mismo había decidido subir. Aprendí que la culpa es aprendida y controlada por la gente: debes de sentir pena porque lo decimos nosotros.
También están las otras personas, que piensan que al ver a alguien desnudo tienen derecho sobre su cuerpo, ya sea virtual o realmente. No los culpo en el malentendido, vivimos en una sociedad machista que permea todo, y las relaciones entre homosexuales no son la excepción. Por eso la gente me ha mandado nudes que yo no solicito, me ha intentado persuadir con “quemarme” a cambio de que les responda, se han molestado porque no contesto a saludos como “cógeme” o fotos de su culo abierto, pero díganme ustedes ¿qué se responde a eso si no estás interesado, sin sonar grosero o petulante?
Luego están los otros seguidores, los que ya sea genuinamente o por interés se concentran en conocer más acerca de ti, hay gente que lee lo que escribo, que me responde con ánimos, halagos, y que parecen ver más allá de lo que todos ven. Y se siente bien que te vean como una persona.
Entiendo que las diferencias generacionales tienen mucho que ver con esto. Y no escribo para que me entiendan o para que abracen esta idea. Sino para señalarles otra manera de mirar este tema fuera de la dicotomía “bueno/malo”.
Que podemos exhibir nuestra sexualidad por el simple hecho de que lo deseamos, y que eso no nos convierte en un pito con piernas o nos reduce a creadores de contenido porno; somos también seres pensantes y emocionales, pero no es una reivindicación ni una postura de víctima, a mí, me prende mucho ser visto, soy un exhibicionista desde que se inventaron las webcams.
Si algo puedo recuperar de esta experiencia, es lo asombroso de la magia de internet, cómo hemos vuelto famosos a personas que de otra manera no lo hubieran logrado en medios tradicionales.
También lo increíble que es enfocar todos tus conocimientos de una manera distinta, yo me dedico a contar historias todo el tiempo, y a leerlas. Estar en esta dinámica me hizo darme cuenta de que un buen sextwittero hace eso; el porno genital aburre en poco tiempo, pero contar una historia con morbo, jamás cansará a la gente. Con elementos visuales como textuales y simbólicos.
Al final, todo lo que vemos en redes sociales es una ficción híbrida, y aquél que tilda de “falsos” los perfiles, quizá no ha entendido del todo el propósito de las redes.
La gente está cansada de estar trabajando de lunes a viernes de 9 a 5, de aguantar a su pareja reprochándoles, a su jefe presionándolos, a su familia, a sus amigos y los compromisos. Buscan en su pantalla algo que los saque de esa realidad monótona y aburrida, algo fuera de lo común, una fantasía, una historia. El creador que entiende eso, lo está haciendo bien.
(Muy pocas veces se da la oportunidad de que un actor hable en primera persona sobre una experiencia como esta, ya sea porque no cuenta con las habilidades para hacerlo o porque no le encuentra el propósito. Si yo he decidido hablar sobre esto, es porque a mucha gente le avergüenza hablar abiertamente sobre algunas cosas. Esas mismas cosas son las que a las personas les interesa leer.)
Entre el amanecer en el barrio, las chelas, unas líneas y el desmadre; le dije a mi novio de ese entonces que me grabara mientras hacía pipí en la azotea con la verga parada por diversión nomás. Esa mañana grabamos otros cuatro videos distintos que aún siguen inéditos.
El día siguiente me animó a subirlo a twitter.
Era la primera vez que lo hacía, y obviamente tenía inseguridades por todo lo que uno puede pensar antes de exhibirse orinando con la cara de amanecido frente a millones de personas, que lo único que esperan es encontrar un defecto para señalarlo, pero E. me animó a hacerlo (gracias por eso).
Después de un día de haber subido el video, pasé de tener 500 seguidores a 1,500. Los comentarios comenzaron a llegar, los retweets, los pedidos y los mensajes directos. Una semana después, mi cuenta ya había alcanzado los 15,000 seguidores. Mi video ya tenía más vistas de los que yo imaginaba que iba a tener. A la gente le estaba gustando. Y a mi me hizo sentir bien y en deuda.
Si ya había subido un video mostrando la verga a intenet no había marcha atrás; lo sabía desde el principio. Lo que se sube, permanece ahí para siempre. Y yo me sentía con la obligación de continuar haciéndolo más y mejor.
Hoy, a casi siete meses de comenzar con esta aventura y con 35 mil followers, he decidido escribir este blog para contarles lo que me ha enseñado. Porque cuando uno mira todo con curiosidad, es imposible no aprender cosas.
Lo primero es que los likes generan dopamina, te hacen sentir bien. Ayudaron a sentirme mejor con mi cuerpo, porque entendí que lo que no es perfecto, brilla si se sabe aprovechar. Y este cuerpo jamás tendrá esta edad de nuevo, si lo muestro hoy es porque como todo, se va a terminar tarde o temprano.
Conforme creció la popularidad, era imposible que no llegara a manos de gente que conozco. Compañeros de la escuela, amigos, familia, conocidos de la vida real. Me comenzaron a preguntar cosas como “¿no te da vergüenza?”, ¿y si te arrepientes después?”, “si quieres tener un novio después, ¿cómo le vas a hacer?”
Preguntas que yo ya me había hecho antes, porque, aunque parezca que no lo hago; me la paso reflexionando, preguntas que no me puedo parar a responder cada vez que las hacen, y que además sus respuestas me parecen redundantes. No tengo vergüenza de mi cuerpo, no sé si me arrepienta después y si alguien descubre mi pasado, es parte de lo que soy; de lo que me ha construido como persona y además, seguro no saldría con un mojigato.
Otra cosa interesante es ver cómo la gente cambia contigo cuando piensa que sabe algo más sobre ti que los demás. Las personas que me seguían en Instagram o en Facebook, o que me conocían; comenzaron a mandarme mensajes directos del tipo “ya te vi heee”, “oye no sabía que…” algunos hasta amenazaron con compartirlo, y yo lo único que me preguntaba era por qué tenía que avergonzarme de algo que yo mismo había decidido subir. Aprendí que la culpa es aprendida y controlada por la gente: debes de sentir pena porque lo decimos nosotros.
También están las otras personas, que piensan que al ver a alguien desnudo tienen derecho sobre su cuerpo, ya sea virtual o realmente. No los culpo en el malentendido, vivimos en una sociedad machista que permea todo, y las relaciones entre homosexuales no son la excepción. Por eso la gente me ha mandado nudes que yo no solicito, me ha intentado persuadir con “quemarme” a cambio de que les responda, se han molestado porque no contesto a saludos como “cógeme” o fotos de su culo abierto, pero díganme ustedes ¿qué se responde a eso si no estás interesado, sin sonar grosero o petulante?
Luego están los otros seguidores, los que ya sea genuinamente o por interés se concentran en conocer más acerca de ti, hay gente que lee lo que escribo, que me responde con ánimos, halagos, y que parecen ver más allá de lo que todos ven. Y se siente bien que te vean como una persona.
Entiendo que las diferencias generacionales tienen mucho que ver con esto. Y no escribo para que me entiendan o para que abracen esta idea. Sino para señalarles otra manera de mirar este tema fuera de la dicotomía “bueno/malo”.
Que podemos exhibir nuestra sexualidad por el simple hecho de que lo deseamos, y que eso no nos convierte en un pito con piernas o nos reduce a creadores de contenido porno; somos también seres pensantes y emocionales, pero no es una reivindicación ni una postura de víctima, a mí, me prende mucho ser visto, soy un exhibicionista desde que se inventaron las webcams.
Si algo puedo recuperar de esta experiencia, es lo asombroso de la magia de internet, cómo hemos vuelto famosos a personas que de otra manera no lo hubieran logrado en medios tradicionales.
También lo increíble que es enfocar todos tus conocimientos de una manera distinta, yo me dedico a contar historias todo el tiempo, y a leerlas. Estar en esta dinámica me hizo darme cuenta de que un buen sextwittero hace eso; el porno genital aburre en poco tiempo, pero contar una historia con morbo, jamás cansará a la gente. Con elementos visuales como textuales y simbólicos.
Al final, todo lo que vemos en redes sociales es una ficción híbrida, y aquél que tilda de “falsos” los perfiles, quizá no ha entendido del todo el propósito de las redes.
La gente está cansada de estar trabajando de lunes a viernes de 9 a 5, de aguantar a su pareja reprochándoles, a su jefe presionándolos, a su familia, a sus amigos y los compromisos. Buscan en su pantalla algo que los saque de esa realidad monótona y aburrida, algo fuera de lo común, una fantasía, una historia. El creador que entiende eso, lo está haciendo bien.
Me ha encantado tu blog.
ResponderBorrarGracias por leer. Espero siga así
Borrar