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De las veces que uno dice adiós

La sensación de decirle adiós a algo o alguien que ha sido valioso para tu vida es similar al vacío.
El vacío en sí no es bueno ni malo, depende de nuestra interpretación. Es bueno cuando nos da la oportunidad de tener espacio para poner ahí algo más lindo, mejor, más funcional, más valioso. Malo cuando eso a lo que le has dicho adiós no puede ser reemplazado.
En cualquiera de los casos, es el paso del tiempo el que nos dirá hacia donde se inclina la balanza.
Decir adiós es aceptar esta incertidumbre. Pero el hecho de aceptar, no te hace dejar de tener la sensación de ir hacia abajo en una rueda de la fortuna por primera vez.
A veces dicen que decir adiós duele. Yo creo que no es por el adiós, sino por la imposibilidad de recuperar lo que tú eras en el pasado.
Porque ahora ya eres otro. Esa relación, ese trabajo, esa experiencia te ha cambiado, y aunque regresara a tu vida no sería lo mismo que fue.
Duele porque vas a extrañar ser así de pleno, feliz o simplemente estar cómodo.
Decir adiós es extraño, pero uno se tiene que acostumbrar porque nuestra vida es un funeral eterno; diciendo adiós todo el tiempo. Y solo el tiempo nos dirá la verdad sobre ese adiós, y sobre todos.

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